MONSEÑOR
OSCAR ROMERO, MARTIR POR AMOR,
RUMBO
A LA CANONIZACIÓN
Oscar Arnulfo Romero Galdámez nació en Ciudad
Barrios, San Miguel, el 15 de agosto de 1917; era el segundo de ocho hermanos.
Su padre se llamaba Santos Romero y su madre Guadalupe de Jesús Galdámez. Era
una familia humilde y modesta. Su padre empleado de correos y telegrafista; su
madre se ocupaba de las tareas domésticas.
A la edad de 13 años y con ocasión de la
ordenación sacerdotal de un joven, Oscar habló con el padre que acompañaba al
recién ordenado y le comunicó sus deseos de hacerse sacerdote. Un año después
Oscar entró al Seminario Menor de San Miguel. Allí permaneció durante seis o
siete años.
En 1937 Oscar ingresa al Seminario Mayor de San
José de la Montaña en San Salvador. Siete meses más tarde es enviado a Roma
para proseguir sus estudios de teología. En Roma le tocó vivir las penurias y
sufrimientos causados por la Segunda Guerra Mundial.
Oscar fue ordenado sacerdote a la edad de 24 años
en Roma, el 4 de abril de 1942.
La primera parroquia a donde fue enviado a
trabajar fue Anamorós, La Unión. Pero poco después fue llamado a San Miguel
donde realizó su labor pastoral durante 20 años. Impulsó muchos movimientos
apostólicos como la Legión de María, los Caballeros de Cristo, los Cursillos de
Cristiandad y un sinfín de obras sociales: alcohólicos anónimos, Cáritas,
alimentos para los pobres.
Con el tiempo, es elegido Secretario de la
Conferencia Episcopal de El Salvador. El 3 de mayo de 1970 recibe la
notificación de haber sido nombrado Obispo y fue ordenado el 21 de junio de
1970 y nombrado Obispo Auxiliar de Monseñor Luis Chávez y González. Monseñor
Romero vivía en el Seminario Mayor, que en aquel entonces era dirigido por los
padres jesuitas. Allí conoció y se hizo amigo del Padre Rutilio Grande.
Monseñor Romero defendía y divulgaba los
criterios pastorales y los caminos señalados por el Concilio Vaticano II y
Medellín, aunque no concordaba con la Teología de la Liberación.
Fue nombrado Obispo de la Diócesis de Santiago de
María, el 15 de octubre de 1974; tomó posesión el 14 de diciembre de 1974 y se
trasladó para esa Diócesis. Estaba comenzando la represión contra los
campesinos organizados.
En junio de 1975 se producen los hechos de “Tres
Calles”. La Guardia Nacional asesinó a 5 campesinos. Monseñor Romero llegó a
consolar a los familiares de las víctimas y a celebrar la Misa. Los sacerdotes
le pidieron que hiciera una denuncia pública, pero Monseñor optó por hacerla
privada y envió una “dura” carta al Presidente Molina, que era amigo suyo. En
el fondo sentía estas muertes, pero sentía desconcierto en la forma de actuar.
En la época de las “cortas” mucha gente pobre
llegaba a la ciudad. Monseñor Romero abría las puertas del Obispado para que
pudieran dormir bajo techo. Lo que como sacerdote veía en San Miguel, como
Obispo de Santiago de María los seguía comprobando: pobreza e injusticia social
de muchos, que contrastaba con la vida ostentosa de pocos.
La Iglesia defendía el derecho del pueblo a
organizarse y clamaba por una paz con justicia. El gobierno miraba con sospecha
a la Iglesia y expulsó a varios sacerdotes.
En medio de este ambiente de injusticias,
represión e incertidumbre, Monseñor Romero fue nombrado Arzobispo de San
Salvador, el 3 de febrero de 1977.
Tenía 59 años y su nombramiento para muchos fue
sorpresa. Monseñor Romero tomó posesión de la Arquidiócesis el 22 de febrero de
1977, en medio de un torbellino de violencia. La ceremonia de toma de posesión
fue sencilla y sin la presencia de autoridades civiles ni militares.
A un escaso mes de su ministerio arzobispal, es
asesinado el Padre Rutilio Grande, de quien era amigo. Este hecho impactó mucho
en Monseñor Romero. Recogiendo las sugerencias del Clero, Monseñor Romero
accede a celebrar una Misa única en Catedral, como un signo de unidad de la
Iglesia y de repudio a la muerte del Padre Rutilio.
Monseñor continuó la pastoral de la Arquidiócesis
y le dio un impulso profético nunca antes visto. Su lema fue “Sentir
con la Iglesia”. Y esta fue su principal preocupación: construir una
Iglesia fiel al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia.
Monseñor puso la Arquidiócesis al servicio de la
justicia y la reconciliación en el país. En muchas ocasiones se le pedía ser
mediador de los conflictos laborales. Creó una oficina de defensa de los
derechos humanos, abrió las puertas de la Iglesia para dar refugio a los
campesinos que venían huyendo de la persecución en el campo, dio mayor impulso
al Semanario Orientación y a la Radio YSAX.
A pesar de la claridad de sus predicaciones,
Monseñor, como Jesús, fue calumniado. Le acusaron de revolucionario marxista,
de incitar a la violencia y de ser el causante de todos los males de El
Salvador. Pero nunca jamás de los labios de Monseñor salió una palabra de
rencor y violencia. Su mensaje fue claro. No se cansó de llamar a la conversión
y al diálogo para solucionar los problemas del país.
De las calumnias pasaron a las amenazas a muerte.
Monseñor sabía muy bien el peligro que corría su vida. A pesar de ello dijo que
nunca abandonaría al pueblo. Y lo cumplió. Su vida terminó igual que la vida de
los profetas y de Jesús. Fue asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras
celebraba misa en la Capilla del Hospital La Divina Providencia, en San
Salvador. Sus restos se encuentran en la Cripta de Catedral Metropolitana de
San Salvador.
Su muerte causó mucho dolor en el pueblo y un
gran impacto en el mundo. De todos los rincones llegaron muestras de
solidaridad con la Iglesia y el pueblo salvadoreño. Él mismo dijo que si moría
resucitaría en el pueblo salvadoreño. Efectivamente, año con año mucha gente lo
recuerda y celebra el aniversario de su martirio.
En su entierro, el 30 de marzo, alrededor de 100
mil personas se hicieron presente en la Plaza Cívica (frente a Catedral), para
acompañar a Monseñor Romero. Los actos litúrgicos, se interrumpieron a causa de
la detonación de una bomba, seguida de disparos y varias explosiones más.
La reacción de la multitud fue de pánico, con la consecuente dispersión,
atropellamiento, heridos y muertos. Monseñor Romero fue sepultado apresuradamente
en una cripta en el interior de Catedral.
La Arquidiócesis de San Salvador ha postulado en el Vaticano la causa por la canonización de Monseñor Romero. Para muchos, Monseñor Romero es un profeta y un santo.[1]
La Arquidiócesis de San Salvador ha postulado en el Vaticano la causa por la canonización de Monseñor Romero. Para muchos, Monseñor Romero es un profeta y un santo.[1]